Skotta nos había advertido del trabajo fuerte que íbamos a tener por dos semanas, sin embargo el recibimiento fue tranquilo… razón: los lunes es el día de empaque. Empacamos perejil, nabos, remolachas, kale (que no se que es, como una mostaza gruesa parecida al repollo) y papas. Se empieza a trabajar a las 8, hay un coffee break como a las 11, almuerzo como a las 2, otro coffee break eventualmente y se termina como a las 6 dependiendo de lo que haya que empacar. El día de empaque con tanta pausa nos sentimos como empleados públicos del ICE o de algún ministerio, sin embargo al día siguiente que nos tocó recoger papas entendimos la razón de tanta burocracia… Aunque la indumentaria es de gran ayuda (“gummi boxur” o enterizos de huele, botas Colibrí y guantes de agricultor) al cabo de dos horas realmente uno puede llegar sentir que se lo está llevando la trampa… los dedos como tucos de hielo y el rabo o las rodillas heladititicos, dependiendo de la posición de recolección utilizada… de ahí la importancia de tomarse algo calientito para regresarle el calor a los huesitos. En la noche de la primera recolección pensé que no me iba a levantar al día siguiente del arratonamiento, sin embargo no fue tan terrible… jaja y pensar que según nosotros nos ibamos a levantar justo ese día a correr… por supuesto que luego del primer día de recolección desechamos por completo el tema. Con los días, creo que ya he pulido la técnica de recoger kartaflör (papas) y ya no me duele casi nada, salvo los dedos en las articulaciones.
El empaque de papas es una de las actividades más llevaderas… se escogen por tamaño evitando que tengan “heridas”, en bolsas de un kilo… aparte se está encerrado pero calientito… y con música. Un día estábamos escuchando “Mami que será lo que quiere el negro” y otro a Chavela Vargas… el mundo es pequeño, ya que era música no llevada por nosotros. Por lo general la actividad es con otras 3 señoras islandesas que no hablan inglés de modo que es un vacilón. Nos ha tocado de todo, lavar papas (muy duro por el hecho de tocar agua – fría por supuesto – y por el esfuerzo físico de batirlas dentro del agua), recoger remolachas y repollos, recoger papas con una máquina que las desentierra y las zarandea… como encaramados en un backhoe con una especie de plataforma… hasta pudimos manejar tractor. Todo muy bonito y muy romántico, pero agotador para hacerlo por más de dos semanas.
El desayuno y el almuerzo los prepara Eymondur, el granjero dueño de Vallanes, y la cena la preparan los diferentes “wwoofers”. Hemos tenido un menú muy variado… pero lo mejor ha sido el pan que hace Eymondur con smor (mantequilla).
El domingo que llegamos pudimos ver auroras boreales, aunque estaba un poco nublado, lo que le quita un poco de espectacularidad al evento. Otra noche fuimos a la orilla del lago a verlas otra vez, pero igual estaba nublado… empiezo a creer que esto de las auroras es más cuestión de no tener niebla que de cualquier otra cosa (para el viento solar se puede ver spaceweather.com para el pronóstico). El día que dejamos la granja para volver a Skiduklaustur nos tocó ver una verdadera aurora… es como una luz “viva” que cambia rápidamente de forma e intensidad… un espectáculo muy impresionante y realmente hermoso.
El sábado fuimos “hitch-hiking” hasta Egilsstadir, ya que queríamos conocer el pueblo más cercano (a 17 Km) y aparte yo quería comprar lana para tejerle una bufanda a Didier, ya que la perdimos en Reyjkiavik antes de salir para el Este. De ida nos llevó un húngaro que está trabajando en un proyecto de una represa más al norte de donde estamos, y a la vuelta, un camión con un silo de concreto igual del proyecto hidroeléctrico. Fue toda una experiencia, pero realmente queríamos salir para festejar nuestro primer mes acá y hacer algo diferente… el asunto es que no hay buses y los taxis no existen, de modo que lo que resta es ponerse la chaqueta y los guantes y no arrugarse. El tráfico no es mucho, esperamos como media hora y en ese lapso a lo mucho pasaron como unos 7 ó 8 carros en cada sentido.
Rafael, el de Québec, toca violín de modo que hemos tenido un par de conciertos en la iglesia. El barrio está compuesto de la granja donde estamos, otra granja, como un salón comunal y la iglesia con su cementerio… la cual queda como en el jardín de la granja. Realmente ha sido muy agradable.
Las noches luego de la cena se puede hacer yoga con Eymondur o jugar cartas o unirse al club de la “abuelas” y tejer un rato oyendo Sigur Ros. En fin ha sido un espacio de meditación entre papa y papa, y una oportunidad para conocer gente agradable y sin complicaciones. Cuando hace sol es realmente hermoso caminar entre la cebada y con un horizonte muy amplio y despejado, sumidos en un silencio absoluto que sólo lo rompe algún zumbido lejano de algún carro o algún pájaro volando muy alto, a donde lo caliente el sol.
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